De vuelta a casa | Francisco Rodríguez Criado
Pero cuando estaba en Trujillo me dio pereza volver a casa, y seguí devorando kilómetros, sin prisa pero sin pausa. Estaba tan embobado escuchando a Manhattan Transfer a todo volumen, que ni siquiera me percaté, al atravesar Jaraicejo, de que conducía unos cuantos kilómetros por encima de la velocidad permitida. Sí lo hizo la patrulla de la guardia civil, que me impuso una multa dolorosa. No había piedad para los conductores: hacían que detuvieras el vehículo y luego depositaban en tu mano aquel castigo en forma de papel. Era una sanción doble: te quitaban el dinero y el honor).