Fracasa moderadamente
Mi hijo Mario ha regresado hoy a casa muy dolido por no haber ganado la final de fútbol en las Olimpiadas del colegio. Perder la final contra la clase C le ha dejado una honda pesadumbre durante todo el día, y ni siquiera mis bromas han conseguido quitarle hierro al asunto.
El niño está todavía en esa edad (8 años) en la que cree que solo pueden pasarle cosas bonitas, y el hecho de criarse en un entorno en el que todos le queremos con locura le impide (por ahora) descubrir que afuera, a la intemperie, es otro mamífero más luchando por la supervivencia.