Comienza el nuevo año (2022) y nosotros seguimos a lo nuestro: a ofrecer píldoras narrativas que puedan hacerle la vida más amable a los lectores de SEÑOR BREVE. Y qué mejor forma de hacerlo que con 5 microrrelatos. Los autores son Julio Cortázar, César Gavela, Jairo Aníbal Niño, José Leandro Urbina y este servidor: Francisco Rodríguez Criado.
Microrrelato de Julio Cortázar: Página asesina
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.
Microficción de César Gavela: Salir
Entonces creía que era eterno. Como una estatua que podría pensar y mirar siempre. Hasta que salí del mármol.
Historia muy corta de Jairo Aníbal Niño: Cuento de arena
Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo.
Microrrelato de Francisco Rodríguez Criado: Mendel, de la calle Market
Mendel, el pintor que vivía en la calle Market, había convencido a un amigo labriego, viejo y achacoso como él, para que le cortara la oreja izquierda. Mendel era sordo de ese oído desde los ocho años, secuela de unas fiebres mal curadas; así que pensó que no tenía nada que perder. Después de la “hazaña” su fama de autor maldito recorrería todo el país y sus cuadros, por fin, serían apreciados en su justa medida. ¿Qué tenía Van Gogh que no tuviera él? “Guardaré la oreja en la nevera e invitaré a grandes personalidades de la cultura a que vengan a admirarla”, le dijo a Moshe, que era el nombre del labriego. Este se encogió de hombros, alzó la hoz y cortó la oreja de un tajo limpio. Aunque la amputación resultó un éxito, el tiempo se encargó de arruinar las previsiones del pintor. Los galeristas seguían rechazando sus obras; su mujer, harta de sus extravagancias, lo abandonó; y sus hijos Yoshua y Lea, avergonzados, optaron por negarle el saludo. Era increpado por unos y otros; los niños le perseguían por la calle y entre burlas coreaban: “Mendel el loco, Mendel el loco”; el rabino alzó las manos e invocó al Todopoderoso pidiendo perdón por su “alma extraviada”; los acreedores le reclamaban a voces el pago de sus deudas. Por si fuera poco, un funcionario del juzgado le había amenazado con el desahucio. La palabra “idiota” estaba en boca de todos. Ante estos reproches, Mendel, con aire de no entender nada, se mesaba su larga y canosa barba y sonreía más feliz que nunca: Moshe, pobre ignorante, le había cercenado la oreja equivocada.
Cuento corto de José Leandro Urbina: Padre Nuestro que estás en el cielo
Mientras el sargento interrogaba a su madre y su hermana, el capitán se llevó al niño, de una mano, a la otra pieza…
–¿Dónde está tu padre? – preguntó
–Está en el cielo –susurró él.
–¿Cómo? ¿Ha muerto? –preguntó asombrado el capitán.
–No –dijo el niño–. Todas las noches baja del cielo a comer con nosotros.
El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al entretecho.