Entrevista a Pedro Menchén (‘Perdido en el Atlántico’)

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Pedro Menchén ha publicado un libro sobre la desaparición de un piloto norteamericano en el Atlántico.

Una entrevista de Carlos Ferrer

El escritor, que vive en Benidorm desde 1978, autor de una veintena de libros, analiza en Perdido en el Atlántico la extraña historia de Billy Allen White, un piloto de Texas que en 1966 realizó un simulacro de su muerte para establecerse en otro país con una identidad diferente.

¿Cómo y por qué se interesó usted por un tema tan alejado de su propia circunstancia personal?

Todo surgió por casualidad. En 2002 recibí un email de un hombre llamado David White, desde Washington D.C., en el que me decía que había leído dos libros míos, que le habían gustado mucho y que quería traducirlos al inglés; eso dio lugar a que surgiera una buena amistad entre los dos. David me hablaba a menudo de su madre, que vivía sola en una gran casa de Louisville, Kentucky. Sin embargo, nunca me hablaba de su padre y un día le pregunté qué había sido de él, si había muerto o si se había divorciado de su madre. David me contó que en realidad había desaparecido en medio del Atlántico con una avioneta y que lo habían declarado muerto, aunque ciertas circunstancias extrañas hacían pensar que pudo realizar un simulacro de su muerte para establecerse en otro país con una identidad diferente. El asunto, como es lógico, me provocó una gran curiosidad y al final le propuse escribir un libro en el que estudiaría en profundidad la vida de su padre y las circunstancias que le habían llevado a desaparecer, algo que él aceptó encantado. «Si no escribes tú ese libro –me dijo–, nadie más lo hará y esa historia se perderá para siempre». Así que escribí el libro y aquí está.

Entonces no es una novela, sino una biografía.

Pues podríamos decir que es una novela de no ficción, como lo fue A sangre fría, de Truman Capote. Pertenece a ese género literario, ya que es una historia muy emocionante, narrada exactamente como una novela, aunque todos los personajes son reales y los hechos que se describen son verídicos. Para mi sorpresa, el material con el que me encontré resultó ser muchísimo más sorprendente e interesante de lo que había imaginado, tanto que podría hacerse con la historia una película de Hollywood.

Ya que habla de Truman Capote y su famosa novela A sangre fría, resulta imposible, o al menos inapropiado, citar a grandes autores como Tom Wolfe, Svetlana Aleksiévich, Norman Mailer, Emmanuel Carrère o Roberto Saviano sin mencionar sus novelas de non fiction. Este tipo de narración ocupa un lugar destacado en la literatura del siglo XX. ¿No cree que se echan en falta libros de este tipo en la narrativa española? En caso de que esté de acuerdo, ¿qué cree que justifica esa ausencia de literatura non-fiction en España?

En realidad, hay un género llamado autoficción, que está entre lo autobiográfico y la no ficción, muy practicado hoy en día por los escritores españoles. Dos de los más conocidos son Manuel Vilas y Alejandro Palomas. Tampoco hay que confundir el ensayo con la novela. Así, por ejemplo, el libro de Saviano, Gomorra, yo no diría que es una novela de no ficción, sino un ensayo o estudio sociológico, con información y datos muy precisos sobre la mafia napolitana. A decir verdad, cualquiera que escriba sus memorias o la biografía de algún personaje está incurriendo en la no ficción. En épocas anteriores es cierto que apenas se escribían autobiografías en España y muy pocas biografías, pero actualmente abundan tanto unas como otras. No hay escritor que se precie que no haga, tarde o temprano, introspección sobre su vida personal en alguno de sus libros, tenga éste forma de novela o no, y hay autores también de reconocido prestigio, como Ignacio Martínez de Pisón o Miguel Dalmau, que analizan o estudian de manera brillante la vida de los otros; o sea, que se han decantado casi exclusivamente por la no ficción. Y no olvidemos a autoras muy famosas, como Rosa Montero, quien ha incurrido innumerables veces en la autoficción o en la no ficción, ni a la maravillosa Irene Vallejo con su obra maestra: El infinito en un junco.

Parece que ha tardado bastante en acabar y publicar Perdido en el Atlántico. ¿Por qué?

Pues porque me encontré con algunos problemas que era incapaz de solventar. He estado liado con el libro unos 17 años, ya que lo empecé en 2003, pero no pude acabarlo hasta 2020, cuando conseguí, por fin, que encajaran todas las piezas del puzzle y tuve ya una idea clara de cómo habían sucedido los hechos, los motivos que llevaron a Billy a hacer lo que hizo y cuál fue su destino final. Pero para conocer todo eso, naturalmente, hay que leer el libro.

Por lo que cuenta, es una historia enteramente norteamericana. A usted, como español, ¿le ha supuesto alguna complicación adentrarse en ambientes y personajes de otro país, que hablaban además otro idioma?

No, porque David Allen White, el hijo del piloto desaparecido, habla perfectamente español y él y yo nos comunicamos siempre en ese idioma. Yo hablo también el inglés, aunque lo leo mejor que lo hablo. Así que pude revisar sin ningún problema, en inglés original, todos los documentos que he necesitado para escribir esta historia, tales como cartas, informes oficiales, recortes de prensa y ese tipo de cosas, y traducirlos al español cuando fue necesario. Además de eso, me ha facilitado mucho las cosas el hecho de que yo estoy muy empapado de la cultura norteamericana y conozco bien la psicología y el modo de vida norteamericanos. Tenga en cuenta que mis escritores preferidos, desde siempre, han sido norteamericanos, que el cine o la música que prefiero son norteamericanos. He viajado varias veces a Estados Unidos y cuando llego allí me siento siempre como en mi propia casa. Finalmente, David, el hijo de Billy, me ha sido de una gran ayuda, aportándome todos los documentos que necesité, respondiendo siempre, con agrado, a todas las preguntas que yo le hacía sobre su padre, sobre su madre, o sobre la segunda familia de su padre, enviándome muchísimas fotos de cosas, personas, lugares o paisajes que necesitaba ver para poder describirlos en mi libro, etc.

Sobre eso quería preguntarle. Tener que escribir una novela ciñéndose a los hechos reales con el inconveniente de que su única fuente es el hijo del personaje sobre el que gira el libro debió de ser arduo. Entiendo que siempre será una ventaja que haya mucho material disponible para cualquier estudioso (libros, conferencias, ensayos académicos…), como ocurre, por ejemplo, con las figuras de Antonio Machado o José Ortega y Gasset, a quien usted ha dedicado algunos de sus libros. ¿Podría decirse que Perdido en el Atlántico es, técnicamente hablando, el libro de todos los escritos por usted más difícil de concebir?

En realidad, los dos ensayos que escribí sobre Machado y Ortega me plantearon mucha más dificultad, ya que tuve que trabajar más, investigar más, leer numerosos libros relacionados con el tema. En el caso de Perdido en el Atlántico el problema estaba en descifrar lo que había ocurrido, para lo cual tenía que estudiar con sumo cuidado todos los elementos en discusión e interpretar adecuadamente la función de cada uno de ellos. Tenía que conseguir que encajaran todas las piezas del puzzle de aquella terrible historia, que era casi tan complicada como el engranaje de un mecanismo de relojería, y para eso lo único que yo tenía que hacer era pensar, reflexionar, estudiar cuidadosamente cualquier pruebas o pesquisa, por más insignificante que fuera, tenía que analizar todos los puntos de vista y todas las opciones posibles, sin dejarme engañar por las pistas falsas que había lanzado Billy a unos y a otros para hacer creíble su coartada, hasta colocar cada pieza del puzzle en su sitio y lograr así entender lo que realmente había sucedido. Y al final lo conseguí. Tardé 17 años, pero creo que el esfuerzo mereció la pena.

Aparte de eso, quisiera aclarar que David, el hijo de Billy, no fue mi «única fuente». El informe de la embajada de Estados Unidos en Monrovia sobre la desaparición de Billy es una fuente, y el informe del Departamento de Estado sobre el mismo asunto es otra fuente, así como la declaración de Victor Schrager, el piloto que se mantuvo en contacto con Billy hasta que su avión dejó de emitir señales. Y las cartas de Billy a su hijo son otra fuente, lo mismo que las cartas de su abuela Mary Anne, o el recorte de prensa del Monrovia Guardian, y todo lo que le contó Sue, la segunda esposa de Billy, a David, por email o por teléfono, que él transcribió fielmente y me transmitió a continuación. Y la declaración de Patrick, el otro hijo de Billy, sobre el vuelo de un avión por encima de la casa, es otra fuente, lo mismo que la declaración del sobrino de Billy, Frank Johnson, asegurando que le había visto después de su supuesta muerte, o la declaración de Franklin, el hermano de Sue, sobre la compra de un barco, etc. Si bien es cierto que conseguí llegar a todas esas fuentes a través de David, pero sin que sufrieran alteraciones, tal como él mismo las recibió, porque es un hombre sumamente escrupuloso y honesto.

Usted vive en Benidorm desde hace más de cuarenta años, apartado de los ambientes literarios y mediáticos, según se dice en la semblanza de Perdido en el Atlántico, y ha publicado ya unos veinte libros. ¿Ha escrito también alguno de ellos sobre Benidorm?

Sí, naturalmente. En casi todos mis libros hablo de Benidorm. Muchas de las novelas o relatos de ficción que escribí empiezan o acaban en Benidorm. En mi novela Una playa muy lejana Benidorm es el escenario principal. Y en varias historias de mis dos libros de relatos es también el lugar donde ocurre la acción. Pero mi gran libro sobre Benidorm es Horrores cotidianos en el Miami Beach Hotel, publicado en 2019, poco antes de que comenzara la pandemia por lo que no lo pude promocionar apenas. Sin embargo, lo considero una de mis mejores obras. Es un gran tomo de casi 600 páginas en el que describo la vida interna de un hotel de la ciudad durante seis meses. Se cuentan en él las experiencias personales de los empleados y de los clientes, tanto extranjeros como españoles, y se puede leer como una novela, ya que contiene multitud de historias interesantes, a menudo muy divertidas, aunque no deja de ser un documento sociológico sobre el turismo de masas. Yo creo que contiene material suficiente para una larga serie de televisión, que espero pueda hacerse algún día.

Y sobre su tierra, La Mancha, donde nació, ¿ha escrito también algún libro?

No un libro especifico, pero la primera parte de mi autobiografía, Escrito en el agua, está dedicada al pueblo donde nací y cuento cómo era la vida allí en los años cincuenta del siglo XX. Esa es la única vez que he escrito sobre La Mancha, pero le dediqué, seguramente, las mejores páginas de aquel libro.

Y, ya para terminar, ¿podría recomendarle un libro a los lectores de SEÑOR BREVE?

De los últimos libros de no ficción que he leído me ha gustado especialmente Hotel Florida, de Amanda Vail (editorial Turner), un estudio biográfico sobre algunos personajes que pasaron por Madrid durante la guerra civil, tales como Hemingway, su esposa de entonces Martha Gellhorn, Robert Capa y su compañera Gerda Taro, o Arturo Barea y la que acabaría siendo su segunda esposa Ilse Kulcsar. Hay otros libros de no ficción que he leído recientemente y que me han gustado tanto que no me resisto a citar: Horas cruentas, la historia del libro inconcluso de Harper Lee, de Casey Cep, Quiero vivir en América y Julio Cortázar, de Miguel Dalmau, Eva Braun, de Heike B. Görtemaker, Cinco viajes al infierno, de Martha Gellhorn, Diario de un viaje a las Hébridas con Samuel Johnson, de James Boswell, La sonrisa de Mandela,  de John Carlin y Noches sin dormir, de Elvira Lindo. Algunos no son ediciones recientes, pero yo no estoy obsesionado con las novedades.

Leer el prefacio de Perdido en el Atlántico, de Pedro Menchén, en narrativabreve.com

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