Manuel Pastrana Lozano comparte con los lectores de SEÑOR BREVE una tanda de minicuentos sobre la pandemia, genuinas píldoras narrativas de brevísima extensión sobre la crisis socio-sanitaria que estamos viviendo en todo el planeta.
Al final, a modo de colofón, podéis leer el microrrelato “Relojes”, que se sale ya de la temática del coronavirus.
- Pluma estilográfica con recambio de émbolo (Piston Filler)
- Plumín de acero graduación de escritura EF (extrafine)
- Capucha y parte trasera de color Mint Blue (Edición Especial) con forma triangular redondeada
- Cuerpo transparente que muestra el mecanismo de carga, el color y la cantidad de tinta restante
- Modelo ECO-T que se caracteriza por la forma triangular del mango que ayuda y enseña la correcta posición de...
Minicuentos sobre pandemias
BICHOS
El siglo que vivimos en peligro.
NUEVO ORDEN MUNDIAL
Condenados a muerte por sobrevivir a la pandemia.
CARRERA DE VACUNAS
Ganaron los bichos, por 3 vacunas de ventaja.
EXTENSIÓN
El año más largo del siglo, y el siglo más largo de la historia.
EVANGELIO APÓCRIFO
Murió crucificado por el virus.
REHACIENDO LA HISTORIA
a.C – d.C19
PANSPERMIA
Infiltrados entre nosotros, sembrando virus y pandemias.
APAGÓN AL FINAL DEL TÚNEL
Tercera ola.
EL VIRUS SIN CORONA,
destronado por las vacunas.
Extra
TAQUIGRAFÍA MODERNA
Emojis.
Relojes
Relojes dispersos, vagando entre las estrellas, marcaron las horas inciertas de su existencia perdida. Unos pequeños, ajustados, casi minúsculos, petrificados en sus muñecas, imágenes expresivas de su vida opaca e insignificante. Otros, grandes, vistosos, luminiscentes, brillaron escasas veces en las alturas y parecieron darle un sentido a su existencia. Péndulos oscilantes, tic tacs del va y viene, su vida en sucesión de instantes, silenciosos o sonoros. Segunderos saltarines, bailando esféricamente, minuteros atrasados, o adelantados a su hora, los traspiés de su vivencia errática. Esferas fuera de órbita, su destino en el espacio tiempo. Relojes que fallaron, algunos se detuvieron, ocasiones que no fueron, perdidas en unos segundos que parecieron eternos. Otros que acertaron, gozando algunos minutos, yéndose tan rápido como llegaron. Estatuarios, inmóviles, testigos mudos en las paredes, dieron la hora exacta de su muerte.
Manuel Pastrana Lozano